A ver si te suena esto…
Una empresa que ha dado el paso de incorporar la gestión ambiental en su actividad. Se propuso implantar un SGA y lo consiguió. Ha definido su política, ha elaborado procedimientos, ha comunicado debidamente el sistema, sus aspectos ambientales están identificados, el personal formado, … y ahora toca empezar a funcionar con él.
Primer paso: conocer el peso que tienen tus aspectos ambientales para saber en dónde debe priorizar sus actuaciones. Para ello va a evaluarlos con una estupenda sistemática que ha desarrollado… Procede y… ,oh, no!… ¡le salen un montón de aspectos significativos!… ¡Esto no puede ser!… ¡Hay que cambiar estos resultados!… La empresa tiene que parecer excelente. Que salgan más de 3 o 4 aspectos significativos, no es posible…
… ¿Y entonces? ¿qué hacemos?… Ya está!… ¡Hay cambiar los criterios de evaluación! Hay que definir nuevos criterios, variar los rangos de puntuación,… lo que sea, con tal de que parezca que somos lo mejor, de lo mejor, en gestión ambiental.
¿Te suena? ¿Lo has vivido directa o indirectamente?… ¿Has optado alguna vez por dar rápidamente marcha atrás y modificar todo un procedimiento con tal de que apenas salgan un par de aspectos ambientales relevantes? ¿Has tirado abajo tu sistemática por “salir guapo” en la foto de auditoría?
Situaciones como estas, doy fe de que, “habelas, hainas” (como dicen en mi tierra), y déjame que te diga que ¡es un error garrafal!
Preocuparnos más por el hecho de que nuestros registros ofrezcan una “buena imagen” de nuestra gestión, que por sacar partido de toda la información que nos reportan esos mismos registros, es privar a la empresa de los beneficios más importantes de la gestión ambiental.